
Paradójicamente, pese a ser una persona tremendamente emocional, soy también de los que creen que todo tiene un motivo, una razón y un porqué.
Soy de los que defienden las “causalidades” frente a las “casualidades”.
Nuestros actos nos definen y determinan quiénes somos y en qué y quién nos convertimos.
Como diría el gran Máximo Décimo Meridio en Gladiator,
“Lo que hacemos en la vida tiene su eco en la eternidad”.
Muchas veces comento mi pasión y amor por el ajedrez, y definitivamente no puede ser casual. “Quizá, y solo quizá” () tenga algo que ver con que, junto a mis libros y sueños, el ajedrez fuese mi fiel compañero en mis solitarias tardes de infancia.
Escarbando en mis recuerdos, llego incluso más lejos. Al origen, a la esencia…al verano de 1983, cuando un amigo de los apartamentos de veraneo donde yo vivía todo el año, me enseñó a jugar y me lanzó el reto de que no sería capaz de ganarle ni una sola partida de las 100 que me proponía jugar durante aquellos (casi) tres maravillosos meses.
Yo, que con 10 años era ya muchísimo más competitivo que ahora (cuestión de supervivencia supongo), acepté encantado el desafío, convencido de que ganaría al menos una partida y también de que necesitaría muchas menos de un centenar para hacerlo (en aquel momento de lo que nunca fui consciente es de que lo que verdaderamente estaba ganado era un amigo, en forma de tablero y piezas, para toda la vida).
No recuerdo bien si fue la 94 o la 96 (supongo que eso es lo de menos), ni tampoco si gané la partida “de buena lid” o por el contrario Fernando, llevado por un sentimiento mezcla de amistad, cansancio, aburrimiento y/o reconocimiento a mi tenacidad (o terquedad, como queráis, ), decidió “no esforzarse al máximo”.
Como digo, el caso es que en una de esas dos partidas, por primera vez pronuncié aquellas palabras mágicas: ¡jaque mate!
Cierro los ojos y veo a aquel niño saltando eufórico en la terraza de un viejo apartamento de verano, mientras la madre de Fernando me felicitaba, y él mismo sonreía feliz y orgulloso (con los años entendí cómo podía sentirse así si acababa de ganarle una partida y en consecuencia el reto que me había propuesto).
Felicidad en estado puro, ayer…y hoy recordándolo.
Ese verano, pasó también algo cuyas consecuencias (causalidades) se verían muchos años después. En pos del “romanticismo narrativo” podría decir que fue el mismo amigo (es probable), pero en honor a la verdad, no lo recuerdo.
El caso es que me regalaron un billete de un dólar estadounidense.
Puede parecer una tontería, pero aquel simple gesto abrió mi mente y alimentó mi curiosidad hasta límites insospechados.
Hemos de ponernos en situación. Hace 36 años, el grado de comunicación y globalización actuales eran básicamente una quimera que dudo que alguien se hubiese atrevido siquiera a soñar (de acuerdo, dejemos de un lado a Orwell y Huxley).
Las cosas no ocurrían de manera tan sencilla ni tan inmediata como lo hacen ahora, y cualquier pequeño detalle que se saliese de la rutina habitual era una gran ventana para un niño inquieto y curioso como era yo. Y aquel dólar fue un gran “cualquier pequeño detalle”.
“Abro paréntesis”. No puedo evitarlo, tiendo a enlazar una historia con otra y con otra, alejándome cada vez más del hilo inicial, pero ¿qué puedo hacer?...la vida es así…”Un cúmulo de afortunadas coincidencias" (otra larga historia a la que inevitablemente llegaré algún día). El caso es que además de todo lo que explicaré luego, y que es para lo que he empezado a escribir este post, aquel billete de dólar se convirtió en el símbolo de una maravillosa y extraordinaria historia de amistad.
Hoy, 36 años después, aquel dólar, o mejor dicho la mitad que guardo yo, (“¿quién tendrá la otra mitad?”, quizá os preguntéis) sigue siendo uno de mis más grandes tesoros. “Cierro paréntesis”.

Aquel dólar, me llevó a leer, aprender, investigar, querer conocer…es increíble lo mucho que un sencillo billete de curso legal puede llegar a enseñar acerca de la historia de un país en concreto y del mundo entero en general. Con aquel billete de dólar se inició otra de las grandes aficiones de mi vida. El coleccionismo de papel moneda: notafilia (sí, ya sé que el nombre no suena demasiado bien, pero así se le llama a “la parte de la numismática que se dedica al estudio, investigación, coleccionismo y difusión de los billetes, estampillas, y papel moneda en general. Proviene del latín nota (billete) y el griego filos (amigo, aficionado)”.
La verdad es que a día de hoy, no sé exactamente la cantidad de billetes que tengo en mi colección (definitivamente varios miles). Algún día encontraré el tiempo para seguir ordenándolos y clasificándolos de manera adecuada (y como se merecen…porque cada billete, amigos, tiene su historia y vida propia).
Y digo “seguir”, porque durante mi vida he iniciado varios procesos de clasificación. El último (del que hace ya aproximadamente 13 o 14 años), consistía en clasificar los billetes por países, y de cada uno de ellos hacer una ficha en Word donde indicaba datos de interés de dicho país: bandera, capital, moneda, superficie, habitantes, mapa…
Siguiendo la fascinación que me produjo aquel primer dólar, a través de cada billete he aprendido acerca de la historia, cultura y costumbres de muchísimos países y territorios. He conocido gente, hecho amigos y vivido grandes experiencias y anécdotas que espero poder compartir algún día.
En la vida nada es por casualidad. Todo tiene un porqué (como el título de este post) y constantemente recibimos señales que sólo debemos saber interpretar.
Creo firmemente que lo que somos en esencia, está en algún lugar tan profundo de nuestro ser que es imposible cambiarlo por mucho que lo intentemos y por más años que pasen…y que únicamente cuando genuinamente conectamos, de manera sincera y honesta con esa esencia, podemos alcanzar la verdadera felicidad y plenitud.
Puede que penséis que estoy exagerando o que sencillamente me dejo llevar por las emociones y el romanticismo de verme escribiendo en una buhardilla, rodeado de libros, en una fría noche de otoño tal y como me imaginé durante muchos años de mi vida.
Sin embargo, cuando observo esta imagen, no puedo menos que emocionarme, y sentir profundamente en mi alma, que efectivamente todo tiene un sentido y un porqué.

by David Molleja - future genius®

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Comentario: 1
Tu sí que eres genial